viernes, 27 de enero de 2012

La Eurozona y el Costa Concordia


Italia, Francia y España parecen estados sólidos y seguros como el crucero Costa Concordia una hora antes de su naufragio. Se piensa que ellos no pueden hundirse. Pero ahí está el Costa Concordia: lo más inesperado puede suceder. Cien años atrás los europeos testigos del fin del Titanic, no podían imaginar los treinta terribles años que sacudirían a Europa hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy las economías italiana, francesa y española deben cambiar el curso catastrófico que han seguido: déficits presupuestarios insostenibles, gigantescas deudas públicas y privadas, precios y remuneraciones que las dejan fuera de competencia. Pero no parece haber voluntad política para atacar estos problemas en forma radical. Ello recuerda la crisis política de los años '30, cuando no se quiso ver lo que se venía encima y se permitió que el resentimiento alemán cobrara fuerza y actuara impunemente. Lo que pudo haber sido una guerra pequeña enfrentada a tiempo, se transformó en la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy se estima que la solución de la crisis europea requiere al menos de US$3,5 trillones a US$4 trillones. Pero en un escenario más pesimista, de mayor lentitud en los ajustes, estas cifras pueden llegar a US$6,5 trillones. Contra ellas hay que contrastar los fondos de ayuda que se van anunciando. Parecen ser claramente insuficientes. La parsimonia europea, a su vez, cobra sus costos: fuga de capitales de la periferia a los bancos alemanes (US$600 billones a partir del 2009) y mayores primas por riesgo para colocar deuda soberana. Los bancos de la zona euro ya tienen comprometido todo su capital en deuda soberana expuesta a default, y no se mejora la competividad y el problema del déficit de las cuentas corrientes.

En algún momento en Europa la economía cederá el paso a la política y ahí sentiremos los efectos de la crisis en toda su crudeza. La periferia europea necesitará entonces líderes, "capitanes de puerto" con la voluntad y energía del que socorrió al Costa Concordia, y no aquellos que la han llevado a su naufragio y que abandonan el barco antes de tiempo. Sarkozy anunciando su retiro definitivo de la política explica mucho de lo que ha sucedido en Europa.

viernes, 13 de enero de 2012

Alemania: Un Líder Indiscutido


Cien años atrás Alemania surgió como la gran potencia de Europa. Extravió el camino cuando había llegado a la cumbre del poderío, y fue causa y protagonista de los terribles acontecimientos europeos del siglo XX. Terminó postrada, humillada, destruida moral y físicamente. Cargando el peso de sus culpas, en silencio, ha debido por dos generaciones contribuir al renacimiento europeo, a la recreación de un espacio que le permita participar nuevamente de la vida de las naciones civilizadas. Por eso ha respetado fielmente las reglas de la Unión Europea, en tanto algunos socios las han burlado sin vergüenza y hasta con dolo..

A mediados de la década pasada Alemania debió enmendar rumbos para volver a ser competitiva. Lo hizo con las reformas económicas de Schröder. Cuando debió ajustar su economía por la crisis financiera del 2008, no dudó en hacerlo (le costó una caída del 6% del PGB, que ya ha recuperado). Frente al lloriqueo occidental por las exportaciones chinas, Alemania nunca ha dejado de generar un superávit en su cuenta corriente. Por eso ha sido una fuente de capital impresionante para los otros países europeos. Según Jean Pisani-Ferry, reputado economista francés, los activos internacionales alemanes que mayoritariamente están en la Eurozona, alcanzan a OCHO TRILLONES de dólares.

Alemania, que sufriera una de las peores experiencias inflacionarias en los años '20, no desea para Europa soluciones artificiales ni cantos de sirena. Busca que de la crisis surja un nuevo orden europeo. Cuenta para ello con el apoyo de los países nórdicos y de Polonia, que hace de portavoz de Europa Central.

Angela Merkel ha estado a la altura de los grandes políticos que rescataron Europa al fin de la Segunda Guerra. Algunos de sus colegas como Berlusconi, le han de haber dado más de algún dolor de cabeza. Estoicamente ha convivido con ellos mientras influye para que los representantes de los gobiernos europeos sean personas respetables y de prestigio. Una dirigente notable para un país que no sueña ni busca dirigir la historia después de su extravío de cien años atrás, pero que ante la crisis debe aportar la capacidad impresionante de su gente y de su sociedad.