Las carreras de Educación no aprobaron la prueba INICIA. La gran mayoría de las universidades ni siquiera ha entregado “educación a medias” a los futuros educadores.
En diez años más se asume que seremos “desarrollados”, pero la preparación de nuestros nuevos profesores garantiza que estaremos a años luz de las sociedades verdaderamente desarrolladas. Ellas han llegado a su actual situación no por un golpe de fortuna económica, sino por una larga tradición de educación profunda y sólida.
El notable entusiasmo y compromiso de las familias chilenas con la educación ha sido una verdadera fiebre que no mide sacrificios. La irresponsabilidad universitaria es así doblemente grave: ha traicionado la confianza de los estudiantes y de las familias y atrasa al país en un desarrollo que le es fundamental.
INICIA no produjo un furor como el de La Polar, a pesar que son miles los jóvenes que han perdido su tiempo por años, las familias que los han sostenido para nada y el Estado que ha entregando recursos para pagar un servicio que muchas universidades no prestaron. ¿No merecía este fracaso una reacción social potente para desenmascarar a los responsables? Aquí, obviamente, hubo una “Polar de la Educación”. Las numerosas universidades que han fracasado, sólo ellas, deben dar un paso al frente y afrontar sus responsabilidades sin ampararse en las contadas “buenas” universidades.
La reforma tributaria debiera considerar que los nuevos impuestos financien Corporaciones Educacionales administradas por quienes los pagan. Esos impuestos podrían ser recuperables contra el cumplimiento de la misión educativa. Es urgente crear nuevas herramientas en el campo de la educación. En las que tenemos hoy se ven señales de fracaso, pudrición y derroche de recursos. Persistir en el actual sistema que no tiene controles efectivos, es persistir en el “saco roto”.
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