En los últimos cuarenta años hemos pensado en el petróleo como una fuente energética cara y con un horizonte limitado de tiempo. Hoy parece que la amenaza de escasez de petróleo puede pasar a la historia. Las novedades que apuntan en este sentido vienen principalmente de los EE.UU. y son consecuencia del desarrollo técnico. Ya es bien sabido que EE.UU. se ha transformado en un gran productor de “shale gas”. Lo que es menos sabido es que la misma técnica de fracturación de las rocas está generando ingentes cantidades de petróleo, tanto como para asegurar el autoabastecimiento de EE.UU. en veinte años más, liberando al mercado los 11 millones de barriles diarios que USA importa, (12% de la actual producción mundial ). Pero además Irak, vuelve a ser un proveedor de primera magnitud después de una década de receso obligado, con una producción esperada de 10 millones de barriles diarios. De Rusia se sabe que podrá producir en ocho años más, dos millones de barriles diarios de petróleo a partir de las
reservas Bashenov que se estima son ochenta veces más grandes que las de
Bakken en Dakota del Norte, EE.UU., de donde proviene la nueva revolución energética norteamericana.
Hay que sumar a lo anterior los aumentos de producción de Brasil, los de Canadá a partir de las arenas bituminosas, la explotación de los petróleos pesados del Medio Oriente que por sí solos pueden abastecer al mundo por cien años y los nuevos descubrimientos de Noruega, por nombrar los más destacados. La abundancia de “shale gas” barato, reemplazará a su vez a una parte del consumo mundial de petróleo. Todas estas nuevas condiciones harán que el temido aumento de demanda de los países BRIC y de los países emergentes, sea cubierto con creces por los nuevos abastecimientos. Por eso ya hay analistas que pronostican una caída de los precios del petróleo a partir del 2015.
Hermoso panorama para Venezuela que haciendo gala de la “vieja sabiduría” latinoamericana, está sentado sobre las mayores reservas de petróleo del mundo y verá como ellas se desvalorizan.
Buena lección para nuestra generación que no termina de creer en la capacidad de la tecnología para resolver problemas aparentemente insolubles.
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