lunes, 7 de enero de 2013

¿Qué pensar de la educación universitaria?

Es hora que las universidades privadas y la burocracia directiva de las universidades estatales no solo expliquen como solucionarán sus graves problemas, sino que actúen para remediarlos.

El “establishment” culpó a los comunistas por la movilización estudiantil del 2011, aunque era evidente que ella tenía causas mucho más potentes (un movimiento así no se fragua entre las cuatro paredes de un partido político y menos de un partido pequeño).

El 2012 mostró que en las universidades chilenas había graves problemas. El Ministro de Educación informó del alargamiento inexplicable (¿abusivo?) de las carreras y del altísimo nivel de deserción con alumnos que hacen de estudiantes por unos años, mientras las universidades hacen que les enseñan y cobran los créditos fiscales. Después fue la prueba Inicia que evaluó con resultados catastróficos a los pedagogos recién recibidos. Entretanto se supo de la bajísima recuperación de los créditos estatales a los estudiantes. Continuó la Universidad del Mar cuya desaparición afecta a 20.000 alumnos. La guinda de la torta ha sido el fracaso del sistema de acreditación a cuyo amparo floreció la corrupción. Es muy rara la universidad que no se ha visto involucrada en alguno de estos vicios.


No era absurdo entonces cuando esta columna en Septiembre del 2011 se preguntaba si no asistiríamos a una nueva La Polar y si no había llegado la hora de pedir la protección del SERNAC para los alumnos.

Lamentablemente las autoridades reaccionaron con parsimonia a la movilización de los estudiantes. Nada les dijo la publicidad engañosa, la aparición de carreras absurdas, el incremento descontrolado del valor de la educación y el aumento explosivo del número de matriculados.

Ahora corremos el riesgo de que la Universidad del Mar sirva como cortina de humo sobre el sistema universitario, que antes de la caída de esta casa de estudios ya estaba en grave crisis. Por eso no basta que “se den garantías de que no se aceptarán proyectos tan defectuosos”, o que se “asegure un mínimo de seriedad y calidad de los proyectos educacionales”. Es hora que las universidades privadas y la burocracia directiva de las universidades estatales no solo expliquen a los estudiantes, a las familias y a la sociedad como solucionarán sus graves problemas, sino que actúen para remediarlos sin esperar la intervención del Ministerio de Educación.

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