En la política mexicana las cosas no son como parecen ser. Por eso las tres grandes iniciativas del Presidente Peña Nieto que tanto entusiasman a los inversionistas internacionales y a los medios de comunicación, deben ser vistas con cuidado.
México ha hecho una virtud de evitar las confrontaciones (recuérdese Chiapas para no hurgar muy lejos, modelo de acomodo por casi veinte años). Por eso se hace sospechoso el enfrentamiento frontal con el gremio de profesores encabezado por Elba Esther Gordillo, influyente líder sindical que ha ido a dar a la cárcel. Igualmente sospechoso es el intento de cortar las alas al monopolio telefónico de Carlos Slim, un "poder fáctico" por si solo, aceptado por los gobiernos del PAN y del PRI, y que gracias a la paciencia del pueblo mexicano que aceptó su monopolio en la telefonía, se convirtiera en el hombre más rico del planeta. Remata la serie Pemex un intocable amparado en toda clase de teorías nacionalistas, al cual el nuevo gobierno anuncia que hincará el diente y cuya gestión del petróleo, la gran riqueza nacional, ha sido dudosa por decir lo menos. No es fácil comprar la idea que el nuevo gobierno mexicano quiera entrar en conflictos de esta magnitud, y menos que quiera tener los tres simultáneamente. Podría entenderse en otro país, pero no en el México que rehuye el conflicto.
¿No será todo esto una maniobra que distrae mientras se resuelve algún otro grave problema? Que ese otro problema existe no hay duda, y se llama narcotráfico, porque México no es el país normal que aparenta ser y que alaban los medios internacionales. Es un país que está en guerra, en una guerra sangrienta que ya cuenta setenta mil muertos, una guerra que inició el Presidente anterior para terminar "aparentemente" con una actividad que carcome a México y que amenaza las bases de las instituciones del país. Calderón al enfrentar a los narcos, fue extraordinario en el país del "abuenamiento" y excesivo para una sociedad a la cual repele el conflicto (¿Herencia de una terrible y sangrienta Revolución Mexicana?¿Conciencia de una sociedad diversa? ). No es raro entonces que Peña Nieto quiera una tregua para volver al viejo "modus vivendis" con el mundo de las drogas y que privilegie “la seguridad” (“no más muertos en las calles”) propósito compartido con el gobierno de Obama, según quedó en claro en la reciente visita que éste hiciera a México. Ambos quieren una solución global: más educación, más trabajo, más salud, más desarrollo, y no más balazos, aún cuando en los países que han resuelto estos problemas el tráfico de drogas sigue "vivo y coleando" ( ¿No es así en el país del Presidente Obama?). Es fácil imaginar la presión social y política de un país que ya estaba acostumbrado a vivir con las drogas. ¿Cuántos no echarán de menos los beneficios que recibían de este mundo subterráneo? ¿Algún político por casualidad?
México ( el país del general Gutiérrez Rebollo, el zar anti drogas a sueldo de los narcos), volverá a su "normalidad": el submundo de las drogas prosperando protegido como ha sido tradicional, por muchas autoridades y figuras destacadas de la vida mexicana . Pero todo sin que éste moleste, discretamente, sin mezclarse con los negocios "decentes y respetables" y sin sangre a la vista que asuste a los "buenos ciudadanos". Pero continuará la desmoralización que horada las bases de la convivencia. Es como el poema "... contigo y sin ti padezco: contigo porque me matas y sin ti porque me muero".
Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Pemex: los molestarán por un tiempo mientras se consolida la tregua con los narcos. Después ... "la vida sigue igual", cuando ya no sea necesaria la cortina de humo que esconde la derrota del Estado de México a manos del mundo de las drogas.
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