El mundo se conmovió en Septiembre con el desplazamiento de los refugiados sirios y particularmente con las tristes imágenes del niño que apareció muerto en una playa de Bodrun, Turquía. La impresión y el dramatismo de las escenas que provocaron una campaña de solidaridad en todo el mundo, hicieron sin embargo olvidar algunas preguntas elementales para calibrar la tragedia que se apoderó del espacio y de los titulares de los Medios de Comunicación.
¿De dónde vienen los refugiados? ¿Cómo han podido llegar a Europa Occidental? ¿Llegan por mar o por tierra? ¿Han cruzado Turquía sin que nadie los viera? ¿Por qué ahora si la Guerra de Siria se desató hace ya varios años? ¿Cómo pudieron salir de los campos de refugiados o cruzar la frontera turca? ¿Vio alguien una flota por el Mediterráneo transportando refugiados sirios? ¿Qué cambió en la Guerra Siria que produjo la explosión de refugiados?
A la opinión pública internacional sensible a emociones y sentimientos más que a razones, le bastó con la avalancha de imágenes de los refugiados sirios en los Medios de Comunicación. Hasta que como suele suceder con las campañas de los Medios, se produjo el silencio. La energía que movió a los refugiados en una ola de desesperación pareció aquietarse repentinamente y el confiado auditorio mundial pudo concentrar nuevamente su atención en los infinitos asuntos que día a día conmueven a un mundo sobre saturado de noticias.