Tobías Rupprecht historiador alemán y profesor en la Universidad de Exeter en el Reino Unido, visita Chile para completar su investigación sobre la vinculación de los economistas liberales rusos de los años noventa con los economistas del General Pinochet, que hicieron la reforma económica de Chile en los años Setenta y Ochenta del pasado siglo. En el curso de sus investigaciones en los archivos rusos en Moscú ( el Profesor es especialista en Rusia y también en Latinoamerica) descubrió algo sorprendente: Que el general Pinochet y su régimen fueron muy populares en la Unión Soviética al fin de su existencia y en los años que siguieron a la caída del régimen.
Rupprecht investigó las razones de tanta popularidad y encontró que ella era la consecuencia indeseada de una campaña promovida por el Gobierno de la Unión Soviética después del Golpe que derribó a Allende y que estableció el Gobierno Militar en Chile. Los publicistas de la URSS pintaron con los peores colores a Pinochet a quién convirtieron en la encarnación del mal y divulgaron esta imagen por todo el territorio de la URSS de modo que no quedo "ni perro ni gato" que no se enterara. Como buena campaña comunicacional política, un régimen el de los militares chilenos, se encarnó en una persona, Pinochet, contra el que se cargaron todas las tintas (Un régimen es algo abstracto versus una persona de carne y hueso que por eso "llega más" al público). ¿Por qué este interés desusado de los soviéticos en un país insignificante como Chile y situado en el último rincón del mundo? Es cierto que los soviéticos habían apoyado a Allende de "la boca para afuera" y que por eso su caída merecía un gesto de apoyo de la URSS a los camaradas chilenos en desgracia. En su fuero interno sin embargo el asunto no parecía tan terrible al liderazgo soviético que a esas alturas tenía un secreto temor a la irresponsabilidad de los gobiernos latinoamericanos que periódicamente lo obligaban a echar mano de la billetera para sacarlos de sus apuros.
Sirvió la campaña para asesinar la imagen de Pinochet como gesto de apoyo a la izquierda y a los comunistas chilenos de la época, pero su gran objetivo era la disidencia soviética según descubrió Rupprecht en los archivos soviéticos. Ya era en esa época significativa la disidencia y no presagiaba nada bueno para el régimen comunista. Una buena muestra de la fuerza que había alcanzado se refleja en la Carta a los Líderes Soviéticos de Solzhenitsyn publicada en Moscú el 8 de septiembre de 1973, tres días antes del Golpe que expulsó a los comunistas y socialistas del Gobierno de Chile. La Carta refleja que la opinión pública ya no estaba en la URSS para tragarse hermosas teorías y promesas de un futuro brillante de manos del Comunismo y expresaba en forma tácita que de capitán a paje había una intensa búsqueda de una nueva orientación para el régimen soviético. Por eso los elementos conservadores y retrógrados del sistema soviético descubrieron que si pintaban a Pinochet como la encarnación del Mal y posteriormente asociaban a los disidentes con la figura del General chileno haciéndolos pasar por partidarios de su régimen, podían descalificarlos de cara a la opinión pública local. Pero también unos disidentes asociados al régimen de Pinochet se hacían indigeribles para una izquierda europea cuya reacción natural debía ser acogedora con ellos. De modo que la campaña anti Pinochet mataba tres pájaros de un tiro: apoyaba a la izquierda chilena en su desgracia, desprestigiaba a los disidentes soviéticos en su tierra y los alejaba de la izquierda europea. Sorprendente para los ingenuos y provincianos chilenos cuya mayoría en ese momento creía haber hecho un servicio a la humanidad al haber depuesto a Allende y a su impopular régimen, derrotando a los comunistas chilenos afiliados a la organización internacional del Comunismo. ¡Creían haber causado una grave derrota al Comunismo Internacional! Como se dice en las tierras chilenas, "no sabían con la chichita con la que se estaban curando". El nuevo régimen chileno fue presa rápidamente de la potente máquina comunicacional de la URSS que sembró la imagen Urbi et Orbi que el Gobierno chileno que sucedía a Allende era un gobierno de salvajes.
La campaña comunicacional soviética montada en 1976 por la KGB recibió un nombre: Operación Tucán y mostró la potencia y las redes de la URSS en estas materias. Así fue como en Estados Unidos el New York Times publicó el año 1976 (la mayor violencia se produjo en Chile el año 1973 inmediatamente después del Golpe y después decreció sustancialmente según lo muestra el Tomo 3 del informe de la Comisión Verdad y Reconciliación) ni más ni menos que 66 artículos sobre violaciones a los derechos humanos en Chile mientras publicaba solo 4 sobre las sucedidas en Cambodia bajo el Khmer Rouge y 3 sobre las de Cuba ese año (y ahora como siempre) bajo los hermanos Castro. ]
"Pero como todo en esta vida se sabe sin siquiera averiguar", la campaña tropezó donde menos se lo esperaba: en la URSS. Hastiada ya la población soviética de la mentira institucionalizada y deseosa de nuevos líderes que trajeran aire fresco al Imperio Soviético, aplicó la norma práctica que hace un amigo del enemigo del enemigo. Si las autoridades soviéticas mentían por principio a los ojos de la población y pintaban a Pinochet como un demonio, debía ser éste en verdad un cúmulo de virtudes y su gobierno el ideal de gobierno. Y así Pinochet pasó a ser una figura emblemática en el cambio de régimen de la URSS. De ahí el interés que en un plano técnico entre otros, suscitó su Gobierno y sus reformas económicas ni más ni menos que en lo más conspicuo de las Juventudes Comunistas de la URSS. Se sucedieron visitas de uno y otro lado que confirmaron el aplauso de los ex soviéticos a un Gobierno que lo último que podía esperar era el aplauso popular en las tierras soviéticas.
Deja una moraleja la historia del entusiasmo soviético por Pinochet: En el mundo que vivimos donde reina impunemente la mentira para comunicar los hechos internacionales haciendo de ella una poderosa herramienta en las luchas entre las grandes potencias, mucho más ahora que gracias a la Globalización, por diversos medios se puede influir en la conducta de los ciudadanos de otro país, los resultados de estas campañas de mentira pueden terminar siendo contraproducentes para sus creadores. Estados Unidos que hoy domina sin contrapeso en los medios de comunicación, transmite sin asco "verdades" instrumentales a sus propósitos que le permiten mantener una posición de hegemonía en el llamado "mundo unipolar". Ha llenado así el vaso de mentiras que digiere la opinión pública mundial al punto que este puede rebalsar en cualquier momento y hacer que "todo en esta vida se sepa sin siquiera averiguar" . No sería sorprendente que una de las encarnaciones del mal en el mundo moderno el Presidente de Rusia Vladimir Puti, ¡llegue a ser un personaje admirado en las hoy impotentes sociedades occidentales! (Ya hay muchos que lo consideran el protector de la libertad y de la civilización), o que se vista al vilipendiado Bashar al Assad, otro demonio para los medios de Occidente, con vestiduras de santo. Y si persisten los administradores de la comunicación de Estados Unidos en la nata de falsedades y mentiras, es posible que hasta Kim Jong-un (El líder de Corea del Norte) sea consagrado como estadista de talla mundial por una opinión pública occidental hastiada con el engaño de sus profesionales de la mentira. No habría salud para resistir los vicios de los mentirosos de los Medios.
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