Se ha hecho habitual en Chile oír a políticos que consideran que el país vivía en Jauja antes de los cambios económicos que introdujo el Gobierno Militar . El intervencionismo estatal previo a dichos cambios no dejaba rincón de la economía en que no "metiera su cuchara". Precios fijados, tasas de interés múltiples para beneficiar a los deudores, tipos de cambio de acuerdo a la cara del importador o mejor dicho de acuerdo a la disposición a compartir beneficios con los paniaguados del poder; castigo inmisericorde a la agricultura chilena para facilitar la "panacea" que se creía era la industrialización (menores precios de los productos agrícolas permitían salarios más bajos para los obreros industriales); deficits en el presupuesto fiscal que se pensaba estimulaban la actividad y que en la práctica se traducían en una inflación descontrolada y que hacía que las remuneraciones reales de los trabajadores fueran el resultado de una verdadera lotería; empresas estatales que por el hecho de ser tales se creía eran un dechado de virtudes en circunstancias que conducían al país a la ruina. En fin, un conjunto asombroso de irracionalidades económicas.
El resultado de la incapacidad de Chile para encontrar una salida razonable a la Gran Crisis de los años 30 y a la quiebra de los negocios salitreros de los cuales se había colgado el desarrollo del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX, tuvo como consecuencia que el ingreso real de los ciudadanos chilenos a partir del año 50 se mantuvo estático por 30 años y esto en el período en que Occidente experimentaba un gran crecimiento económico y un sorprendente desarrollo tecnológico. Nada de raro entonces que por la incapacidad de Chile para ofrecer mejores ingresos a sus habitantes, la vida política del país comenzara a reflejar la frustración colectiva y los conflictos se agudizaran incorporando una dosis de violencia en los años Sesenta que terminó con el quiebre institucional del año 1973. En realidad la experiencia catastrófica de la economía chilena en los años que los políticos actuales idealizan, podría servir como un caso ejemplar de estudio para entender las conexiones entre manejos económicos deplorables y crisis políticas. (Incluye el período del Presidente Frei Montalva que algunos consideran admirable, pero que en lo sustancial mantuvo el desgraciado manejo económico proteccionista e intervencionista. Y ello con la asesoría y consejo de los "sabios" burócratas norteamericanos de la Alianza Para el Progreso. Esta Presidencia gracias a la Reforma Agraria, tuvo el honor de ponerle la lápida al entierro de la maltratada agricultura chilena).
Hay una actividad económica que sobresale en cuanto a manejos irracionales. El Mercurio en su sección "Hace 30 años" del día 19 de Septiembre recién pasado lo dejó en evidencia. Se trata de la actividad automotriz. En los años 50 del siglo pasado en medio del frenesí por industrializar, los gestores económicos chilenos modelo de ingenuidad, ignorancia y "amateurismo", discurrieron que Chile un país en esa época de poco más de 5.000.000 de habitantes con un ingreso per cápita propio de país subdesarrollado, debía fabricar sus propios automóviles. ¡Ni más ni menos!
La Gran Proeza Industrial Chilena |
El resultado de la genialidad de los "economistas planificadores" fue que una de las grandes revoluciones técnicas del mundo en el siglo XX -el transporte masivo automotriz- llegó a Chile efectivamente 80 años al menos más tarde que a otros países de Occidente. Fue tan absurda esta política como lo sería hoy la fabricación en Chile de los computadores. Serían como lo fueron los autos, caros y malos y mantendrían al país al margen de la revolución informática.
¿Qué cuenta El Mercurio en su columna de hace 30 años? Informa que el 19 de Septiembre de 1986 hubo una "masiva" salida desde Santiago en los días de las Fiestas Patrias: ¡11.000 vehículos! ¿Que pasó 30 años después? Salieron alrededor de 360.000 vehículos. ¿Qué sucedió entretanto? Que se terminó el Estatuto Automotriz (el maldito régimen que por muchos años hizo que los chilenos no tuvieran movilización propia), que se liberalizó la importación de automóviles los que ingresaron gracias a ello, con los mismos gravámenes que la generalidad de los productos; y que los aranceles de importación se acercaron a cero. Y por supuesto algo fundamental: que gracias a las reformas económicas del Gobierno Militar de los años Setenta y Ochenta del siglo pasado las que se perfeccionaron con el advenimiento de la democracia a partir de los Noventa, Chile desterró las políticas económicas estúpidas de los años Cuarenta, Cincuenta y Sesenta que culminaron con la imbecilidad económica llevada a su máxima expresión en el Gobierno de Allende (1970-1973), y así el país superó el trágico estancamiento que lo llevó a la destrucción de sus instituciones políticas tradicionales y pudo alcanzar una prosperidad económica que ha permitido el mejoramiento sustancial de los ingresos de la población.
Moralejas:
1) El establecimiento de malas políticas económicas termina destruyendo los sistemas políticos y sumiendo a los países que pasan por estas experiencias en graves crisis institucionales. (¿No fue el caso de Europa en los años Treinta del siglo pasado que terminaron en la Segunda Guerra Mundial?)
2) Hay que hacer oídos sordos a los cantos de sirena que prometen un "futuro esplendor" si Chile orienta su actividad económica a productos de "alta tecnología" y abandona la producción de los llamados "productos primarios" que se cree corresponden a un estadio primitivo de la evolución humana. Algo parecido pensaron los genios de la economía chilena que propiciaron con orgullo el gran salto adelante que creyeron fue la producción local de automóviles.
Presidente CARLOS IBAÑEZ DEL CAMPO EN PLANTA SOCOVEM (1958) observa un Fiat 1100 armado en la planta de Socovem en Arica |
Buen resumen Jose Luis , claro y realista lo suscribo 100%
ResponderEliminarSALUDOS