Los terremotos sociales tienen la virtud de sacudir a los ciudadanos y ponerlos en un estado que les hace olvidar por un momento su yo individual, el egocentrismo, y les recuerda que conviven en una Comunidad sin la cual no pueden sobrevivir.
Parece una paradoja. Las protestas que se piensa apuntan contra el abuso del individualismo caen en el mismo vicio cuando defienden a ultranza los derechos humanos de las personas individuales. Para esta defensa no existe la Comunidad ni los derechos de ella. Cada ser humano, cada individuo, a juzgar por la actitud de los que protestan, es un absoluto que puede hacer lo que le plazca sin considerar que de ese modo atropella derecho humanos de otras personas y derechos de la Comunidad como tal.¿No es esto la exacerbación del individualismo?
Es deplorable que el Gobierno de Piñera acoja esta concepción individualista de los Derechos Humanos y por ello considere casi sagrados los derechos de los que siembran el terror y busque castigar a quienes defienden los derechos de la Comunidad o los derechos de otros ciudadanos que son violentados por los terroristas. Pero a estas alturas ya nada sorprende de este Gobierno para quien parece que lo único importante es mantener anestesiada a la sociedad chilena mientras se derrumba el edificio del Estado que tan laboriosamente ha construido.
Buscando en lo que ha sucedido en Chile "el mal que por bien no venga" quedan muchas enseñanzas que debieran guiar la POLÍTICA con mayúscula en los próximos años. Pero dos son fundamentales: El equilibrio entre Individuo y Comunidad, dos entes que con mucha facilidad entran en conflicto y la IGUALDAD DE DIGNIDAD de las personas. De otra manera Chile podría pasar al colectivismo y a la servidumbre de los ciudadanos. Algo nos ha enseñado el trágico siglo XX. Lamentablemente las consignas que vocean a "grito pelado" los que protestan y como preludio a saqueos e incendios, en un lenguaje que muestra que el alcance de la CULTURA CHILENA no va más allá de los genitales, hace muy poco probable el análisis sereno de la futura sociedad chilena para que esos dos principios básicos cobren vigencia.
La manoseada fórmula de la igualdad de oportunidades que ha encandilado a la nueva Derecha chilena hace pensar que los que nacemos hemos venido a correr en este mundo como si la vida fuera una competencia atlética en la cancha del éxito material. Una herencia del paso de muchos jóvenes por universidades de Estados Unidos, un país que ha construido su existencia sobre la base del éxito material y que lo ha predicado como la panacea en los años que ha sido gran potencia mundial. Una sociedad la de Estados Unidos, que por esta misma visión de la vida es muy endeble. Una muestra que las cosas no van bien en ella es lo que informa hoy el Los Angeles Times sobre la caída en la esperanza de vida de los estadounidenses provocada por enfermedades que vienen de la tensión social y por el aumento de los suicidios. Saber que ella es la sociedad que más encarcela en el mundo es suficientemente indicativo que no todo lo que brilla es oro.
Chile debe también buscar modelos o enseñanzas en muchas otras sociedades (y dejar de mirarse el ombligo) rescatando por supuesto lo bueno que puede aprender de Estados Unidos. ¿Por qué no mirar el modelo que es Italia como país de infinitas pequeñas ciudades y pueblos tan contraria a las estúpidas megálopolis que hemos heredado del modo de vida de Estados Unidos y de su cultura del automóvil? ¿Por qué no mirar a Turquía que no por nada gobernó una región sustancial del mundo por cientos de años, para ver una sociedad en la que impera la solidaridad como lo muestran sus muchas ciudades regionales en las que basta caminar por las calles de ella para sentir la vitalidad de la vida en común? ¿Por qué no mirar a Finlandia para aprender la forma inteligente como ha enfrentado la modernidad buscando que ella no aplaste al ser humano? Con poco que se escarbe aparecerán otros lugares del mundo de los cuales Chile puede aprender y así abandonando la pereza mental, entender que hay mucho más mundo que Miami, Nueva York, Chicago o San Francisco.
En diversas columnas trataré algunos problemas nacionales que desde hace un tiempo me llaman la atención. Será por supuesto una visión personal y no la de un experto en cada uno de los temas. Aunque tengo un gran respeto a los especialistas y su conocimiento, a veces ellos pierden el sentido de la realidad y de las proporciones; entonces cobra valor la opinión de ciudadanos que tratan de ver lo fundamental y no perderse en los detalles.
Varios de los temas han surgido en las protestas y la sociedad chilena ineludiblemente tendrá que enfrentarlos.
Demás está decir que si bien comparto muchas de las críticas e inquietudes sobre la sociedad chilena, me parece inaceptable la violencia que las ha rodeado. Estoy convencido que algún actor que quiere ver a Chile destruido se ha camuflado bajo el sentimiento de descontento de una parte sustancial de la población, para llevar a cabo acciones terroristas que nublen el entendimiento de los chilenos y los lleven por caminos que arruinen la convivencia y el Estado de Chile.
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