Dos palabras parecen ser las que acompañan a la humanidad ante el fenómeno del Covid-19: desconcierto y confusión. ¿Será el miedo a lo desconocido?
Si no un aire de fin de mundo, el virus al menos ha traído la idea de cambios radicales. ¿Ciertos?
Algunos sí lo parecen. Otros quedarán en la larga lista de deseos incumplidos de los seres humanos.
La que en un comienzo parecía una gripe más, ha ido tomando personalidad propia. Todavía las cifras de mortalidad son bastante inferiores a las de las gripes habituales. Pero el Covid 19 tiene a su haber ya una gran víctima: el mundo occidental ha entrado en pánico. En parte por la muertes que se exhiben y machacan a diario por los medios de comunicación y en parte por la conciencia que la paralización económica del mundo que no se sabe cuanto durará, nos lleva por aguas desconocidas. ¡El mundo que todo lo prevé, que todo lo controla, que todo lo endereza, aterriza en el pantano de la incertidumbre!
¿Cambiará el ser humano después del drama del
Covid- 19?
Así se afirma en muchos de los infinitos mensajes que circulan por las redes sociales. ¡Buenos deseos alejados de un mínimo de realismo! Otras interrogantes responden la pregunta que colorea con algo de esperanza el drama que vive la humanidad. ¿Cambió la naturaleza del ser humano con las terribles guerras del siglo XX que trajeron decenas de millones de víctimas humanas y tremendas secuelas de destrucción material? ¿Cambió la naturaleza del ser humano con las pestes que periódicamente a lo largo de miles de años, se han ensañado con él? ¿Ha cambiado la naturaleza humana por algún suceso histórico? Solo por muy poco tiempo cambian los patrones de conducta, cuando las emociones que desata el hecho histórico aún están vivas. No, no hay ninguna razón para creer que el ser humano después del Covid 19 se adueñará de la virtud y entrará en una especie de estado de Gracia.
¿Superará el ser humano por la crisis que ha desatado el Covid 19, al Pecado Original, el pecado constitutivo del ser humano, el amor inconmensurable del ser humano a sí mismo? Con suerte aparecerán algunos cambios cosméticos pero a poco andar el viejo Pecado Original volverá por sus fueros porque está escrito en los genes del ser humano. El amor a sí mismo es el que sostiene naturalmente en la existencia al ser humano. Por eso la egolatría y el individualismo seguirán reinando aunque se los vista con una túnica maravillosa, de esas que hipnotizan a los políticos del mundo. Vale el viejo dicho: "La Mona, aunque de seda la vistan, Mona queda". Es nuestra condición y ni un palmo podremos añadirle a nuestra infeliz estatura.
Sin duda las formas que adoptarán las sociedades humanas cambiarán, como han cambiado a lo largo de la historia para adaptarse a nuevas tecnologías, a cambios económicos y a nuevas circunstancias políticas. Los países adoptarán algunos o muchos cambios: nuevos hábitos, nuevos sistemas, nuevas formas de actuar. Muchos nuevos usos se apropiarán de la futura normalidad gracias a medidas adoptadas para frenar el virus. Éste servirá como catalizador para impulsar los cambios.
En cambio los deseos que el virus provoca en el ser humano de llegar a ser naturalmente virtuoso no son más que buenos deseos. Si cree que lo conseguirá ello no pasa de ser otra manifestación del orgullo alejado de todo realismo que ha escrito infinitas páginas en la historia humana, una repetición incesante de un ser humano que quiere ser ángel y que termina como bestia. Un ser humano que cree que él es la medida de sí mismo. Una criatura que se piensa creador.
Perdón, perdón, pero el ser humano seguirá siendo el mismo. Esto es lo que nos enseñan miles de años de historia humana.
Si no un aire de fin de mundo, el virus al menos ha traído la idea de cambios radicales. ¿Ciertos?
Algunos sí lo parecen. Otros quedarán en la larga lista de deseos incumplidos de los seres humanos.
La que en un comienzo parecía una gripe más, ha ido tomando personalidad propia. Todavía las cifras de mortalidad son bastante inferiores a las de las gripes habituales. Pero el Covid 19 tiene a su haber ya una gran víctima: el mundo occidental ha entrado en pánico. En parte por la muertes que se exhiben y machacan a diario por los medios de comunicación y en parte por la conciencia que la paralización económica del mundo que no se sabe cuanto durará, nos lleva por aguas desconocidas. ¡El mundo que todo lo prevé, que todo lo controla, que todo lo endereza, aterriza en el pantano de la incertidumbre!
¿Cambiará el ser humano después del drama del
Covid- 19?
Así se afirma en muchos de los infinitos mensajes que circulan por las redes sociales. ¡Buenos deseos alejados de un mínimo de realismo! Otras interrogantes responden la pregunta que colorea con algo de esperanza el drama que vive la humanidad. ¿Cambió la naturaleza del ser humano con las terribles guerras del siglo XX que trajeron decenas de millones de víctimas humanas y tremendas secuelas de destrucción material? ¿Cambió la naturaleza del ser humano con las pestes que periódicamente a lo largo de miles de años, se han ensañado con él? ¿Ha cambiado la naturaleza humana por algún suceso histórico? Solo por muy poco tiempo cambian los patrones de conducta, cuando las emociones que desata el hecho histórico aún están vivas. No, no hay ninguna razón para creer que el ser humano después del Covid 19 se adueñará de la virtud y entrará en una especie de estado de Gracia.
¿Superará el ser humano por la crisis que ha desatado el Covid 19, al Pecado Original, el pecado constitutivo del ser humano, el amor inconmensurable del ser humano a sí mismo? Con suerte aparecerán algunos cambios cosméticos pero a poco andar el viejo Pecado Original volverá por sus fueros porque está escrito en los genes del ser humano. El amor a sí mismo es el que sostiene naturalmente en la existencia al ser humano. Por eso la egolatría y el individualismo seguirán reinando aunque se los vista con una túnica maravillosa, de esas que hipnotizan a los políticos del mundo. Vale el viejo dicho: "La Mona, aunque de seda la vistan, Mona queda". Es nuestra condición y ni un palmo podremos añadirle a nuestra infeliz estatura.
Sin duda las formas que adoptarán las sociedades humanas cambiarán, como han cambiado a lo largo de la historia para adaptarse a nuevas tecnologías, a cambios económicos y a nuevas circunstancias políticas. Los países adoptarán algunos o muchos cambios: nuevos hábitos, nuevos sistemas, nuevas formas de actuar. Muchos nuevos usos se apropiarán de la futura normalidad gracias a medidas adoptadas para frenar el virus. Éste servirá como catalizador para impulsar los cambios.
En cambio los deseos que el virus provoca en el ser humano de llegar a ser naturalmente virtuoso no son más que buenos deseos. Si cree que lo conseguirá ello no pasa de ser otra manifestación del orgullo alejado de todo realismo que ha escrito infinitas páginas en la historia humana, una repetición incesante de un ser humano que quiere ser ángel y que termina como bestia. Un ser humano que cree que él es la medida de sí mismo. Una criatura que se piensa creador.
Perdón, perdón, pero el ser humano seguirá siendo el mismo. Esto es lo que nos enseñan miles de años de historia humana.
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