jueves, 23 de octubre de 2014

México, Nuevamente México


Un año y medio atrás  una columna de este Blog analizó la política del nuevo Presidente de México, Peña Nieto. Era el momento en el que EEUU elevaba a un México destinado a jugar de "niña bonita" de Latinoamérica en vez de  Brasil, que ya había mostrado sus flaquezas y que  quería bailar con la música de los BRICS. La renovación mexicana aparecía llena de virtudes y nadie hablaba de los terribles problemas de la droga, la corrupción y la falta de respeto al Derecho, males endémicos de México (la droga el más reciente: ¿Medio siglo?). Los analistas financieros internacionales hablaban maravillas de la nueva República que emergía llena de bueno propósitos al lado de EEUU, y empujaban a los inversionistas a invertir. Hoy los horrores mexicanos aparecen a la luz pública y muestran la cara ingrata de México. A ellos se refiere  Jorge Zepeda Patterson en El País de España.




          México: octubre rojo

El problema es saber si Peña Nieto tiene la sustancia que la tarea exige


Jorge Zepeda
24 de Octubre 2014

Marx se equivocó, Peña Nieto también. Se supone que los cambios económicos serían la plataforma para transformar la realidad. Y quizá eso podría ser cierto en un país menos surreal; uno en el que, por ejemplo, el partido en el poder no lleve el absurdo nombre de “revolucionario institucional”. El presidente Peña Nieto creyó que bastarían las reformas económicas para dejar atrás al México bárbaro. Obviamente no ha sido así, entre otras cosas porque el México bárbaro es el que trajo de regreso al PRI a Los Pinos y, para su desgracia, también el que podría sacarlo.
En su último número la revista The Economist lo dice en tono mucho más flemático desde sus británicas oficinas. “Las atrocidades registradas en Iguala muestran cuán lejos está México de ser un país de leyes y cómo el combate a la impunidad es tan necesario como las reformas económicas para la modernización del país". "Las dos brutalidades [los escándalos sangrientos de las últimas semanas] parecen suficientemente serias como para cambiar el curso de estos dos años de gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto. Peña ha dado prioridad a la reforma económica y le ha restado importancia a la ley y al orden como forma de modernizar México, sin admitir que ambas son igualmente importantes".

Las reformas de Peña Nieto son demasiado tibias incluso para modificar sustancialmente a la economía
Y en efecto, el destino parece habernos alcanzado. Tras el sexenio anterior, en el que gobierno de Felipe Calderón se lanzó a una especie de "guerra santa" salvaje y despiadada en contra del crimen organizado, pero sin inteligencia militar y sin haber saneado a los cuerpos policiacos, el de Peña Nieto decidió cambiar la estrategia… y luego no hizo nada. Trajo asesores colombianos, se habló de un cuerpo nacional de carabineros para sustituir a las frágiles policías regionales y locales, se dijeron muchas cosas y en la práctica se terminó haciendo algo muy similar a lo del sexenio anterior: correr de un lado a otro para apagar el fuego más urgente en la pradera encendida a lo largo de los bolsones del territorio nacional en los que el Estado ha perdido el control.
En su primer año de gobierno fue Michoacán, estado en el que las guardias de autodefensa atrajeron la atención internacional cuando, convertidas en milicias paramilitares, comenzaron a confrontar a balazos a las mafias locales. Tras el envío de varios miles de soldados, la desaparición de poderes locales de facto y la designación de un Comisionado especial, las mafias siguen operando como antes, las guardias de autodefensa han sido sofocadas y algunos de sus líderes están en prisión. Las cosas siguen igual que antes en Michoacán, aunque la prensa internacional ha abandonado la zona y esta ya no es motivo de escándalo, por el momento. Para desgracia de Peña Nieto el aparente desinterés obedece a las peores razones: exabruptos más brutales procedentes de México han ocupado los titulares de los diarios en las capitales del mundo; los románticos Robin Hood de autodefensa han sido sustituidos por las salvajes matanzas perpetradas por autoridades. Como todos sabemos, el nuevo incendio es la desaparición de estudiantes en Iguala, Guerrero y hace unas semanas la ejecución sumaria por parte del ejército de 23 personas en Tlatlaya, estado de México, apenas a 180 kilómetros de distancia.

Las cosas siguen igual que antes en Michoacán, aunque la prensa internacional ha abandonado la zona
La estrategia del gobierno en contra del crimen organizado fracasó por partida doble. Primero, porque en realidad no se emprendió estrategia alguna más allá de una tibia reforma judicial y algunas fanfarrias. Terminaron imponiéndose las inercias anteriores consistentes en buscar y atrapar a cabecillas del Narco para lograr golpes mediáticos no obstante saber que eso no modifica la estructura del crimen organizado. En realidad el descabezamiento lo hace más sangriento por las disputas fratricidas entre los nuevos liderazgos. La única diferencia sustancial con respecto a la administración de Calderón fue el intento de hacer desaparecer de la narrativa todo el tema de la inseguridad. La negación como un recurso para eliminar una realidad imbatible y desesperanzadora.

El gobierno priista debe jugarse el todo por el todo en una apuesta radical y definitiva en contra de la corrupción
La táctica no habría sido mala si las reformas económicas del gobierno fueran más radicales o si Marx hubiera tenido razón y fueran las estructuras económicas las que definen el edificio social. Pero no es así. Las reformas de Peña Nieto son demasiado tibias incluso para modificar sustancialmente a la economía, y esta ya ha dejado de ser una solución estructural frente a los muchos fuegos provocado por la descomposición de la justicia y la inseguridad pública.
Ha llegado el momento en que el gobierno priista debe jugarse el todo por el todo en una apuesta radical y definitiva en contra de la corrupción, la impunidad y la ausencia del Estado de derecho. Eso implica transformar a México y transformarse a sí mismo. El problema es saber si Peña Nieto tiene la sustancia que la tarea exige.
@jorgezepedap

sábado, 22 de junio de 2013
México: Regresando a los Viejos Tiempos
En la política mexicana  las cosas no son como parecen ser.  Por eso las tres grandes iniciativas del Presidente Peña Nieto que tanto entusiasman a los inversionistas internacionales y a los medios de comunicación, deben ser vistas con cuidado.
México ha hecho una virtud de evitar las confrontaciones (recuérdese Chiapas para no hurgar muy lejos, modelo de acomodo  por casi veinte años).  Por eso se hace sospechoso el enfrentamiento frontal con el gremio de profesores encabezado por Elba Esther Gordillo, influyente líder sindical que ha ido a dar a la cárcel.  Igualmente sospechoso es el intento de cortar las alas al monopolio telefónico de Carlos Slim, un "poder fáctico" por si solo, aceptado por los gobiernos del PAN y del PRI, y que gracias a la paciencia del pueblo mexicano que aceptó su monopolio en la telefonía, se convirtiera en el hombre más rico del planeta. Remata la serie Pemex  un intocable amparado en toda clase de teorías nacionalistas, al cual el nuevo gobierno anuncia que hincará el diente y cuya gestión del petróleo, la gran riqueza nacional, ha sido dudosa por decir lo menos. No es fácil comprar la idea que el nuevo gobierno mexicano quiera entrar en  conflictos de esta magnitud, y menos que  quiera tener los tres simultáneamente. Podría entenderse en otro país, pero no en el México que rehuye el conflicto.
¿No será  todo esto una maniobra que distrae mientras se resuelve algún otro grave problema? Que ese otro problema existe no hay duda, y se llama narcotráfico, porque México no es el país normal que aparenta ser y que alaban los medios internacionales. Es un país que está en guerra, en una guerra sangrienta que ya cuenta setenta mil muertos, una guerra que inició el Presidente anterior para terminar "aparentemente" con una actividad que carcome a México y que amenaza las bases de las instituciones del país.  Calderón al enfrentar a los narcos, fue extraordinario en el país del "abuenamiento" y excesivo para una sociedad a la cual repele el conflicto (¿Herencia de una terrible y sangrienta  Revolución Mexicana?¿Conciencia de una sociedad diversa? ). No es raro entonces que Peña Nieto quiera una tregua para volver al viejo "modus vivendis" con el mundo de las drogas y que privilegie “la seguridad”  (“no más muertos en las calles”) propósito compartido con el gobierno de Obama, según quedó en claro en la reciente visita que éste hiciera a México. Ambos quieren una solución global: más educación, más trabajo, más salud, más desarrollo,  y no más balazos, aún cuando en los países que han resuelto estos problemas el tráfico de drogas sigue "vivo y coleando" ( ¿No es así en el país del Presidente Obama?). Es fácil imaginar la presión social y política de un país que ya estaba acostumbrado a vivir con las drogas. ¿Cuántos no echarán de menos los beneficios que recibían de este mundo subterráneo? ¿Algún político por casualidad?
México ( el país del general Gutiérrez Rebollo, el zar anti drogas a sueldo de los narcos), volverá a su "normalidad":  el submundo de las drogas prosperando protegido como ha sido tradicional,  por muchas autoridades y figuras destacadas de la vida mexicana . Pero todo sin que éste moleste, discretamente, sin mezclarse con los negocios "decentes y respetables" y sin sangre a la vista que asuste a los "buenos ciudadanos". Pero continuará  la desmoralización que horada las bases de la convivencia. Es como el  poema  "... contigo y sin ti padezco: contigo porque me matas y sin ti porque me muero".
Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Pemex: los molestarán por un tiempo mientras se consolida la tregua con los narcos. Después ... "la vida sigue igual", cuando ya no sea necesaria la cortina de humo que  esconde la derrota del Estado de México a manos del mundo de las drogas.
Publicado por José Luis Ibáñez a las 8:41 a. m. 

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