domingo, 1 de noviembre de 2020

Plebiscito en Chile: La Oligarquía de los Partidos en Gloria y Majestad

Los electores chilenos que votaron por cambiar la Constitución eligieron  para redactarla quizás sin darse cuenta,  a la misma oligarquía política que gobierna a Chile desde hace treinta años, esa que renunció el 15 de Noviembre del año pasado  a su obligación de hacer las leyes para Chile, la Constitución la primera de ellas. 

Los parlamentarios y el Presidente con el Acuerdo por la Paz de Noviembre del año pasado se declararon incompetentes para cambiar total o parcialmente la Constitución. ¡Un abandono manifiesto de sus deberes! En medio de abrazos emocionados, casi lacrimosos, la oligarquía partidista convocó al país para que decidiera sobre una nueva Constitución redactada por una nueva entidad distinta al Poder Constituyente establecido por la Ley: el Congreso y el Presidente. Once meses después ¡oh sorpresa! los mismos incompetentes -así se declararon ellos mismos al renunciar a sus prerrogativas- reaparecen en gloria y majestad y llenos de iluminación, como redactores de una Nueva Constitución, aprobados sin chistar por los electores chilenos. Porque los electores aceptaron que los partidos políticos nominen a  los candidatos a constituyentes, los mismos partidos que han dominado la política chilena y que han visto impávidos la acumulación de problemas que afectan a los ciudadanos. Para que candidatos independientes no arruinen la movida de los partidos políticos, los electores acordaron para ellos requisitos casi imposibles, una valla prácticamente insalvable. El 78% de los votantes eligió a los mismos ayer incompetentes hoy competentes, para bajar del Cielo la Nueva Constitución,  el instrumento que hará de los hombres y mujeres chilenos seres buenos y sabios.

¡Cómo se reirá de Chile la oligarquía de los partidos!  Primero muy digna encuentra que no está a la altura de las circunstancias, que sus representantes en el Parlamento deben ceder el paso a los que sí sabrán interpretar el profundo sentir ciudadano. Una vez que los electores votan que hay que enterrar la vieja Constitución remendada por la oligarquía de los partidos hasta decir basta, aprueban una fórmula que deja en manos de la misma oligarquía la nominación de los ungidos que le darán a Chile el instrumento que viene cargado de poderes sobrenaturales. ¡Será el vino nuevo pero en odres viejos! Tanta sangre rondando el Mapocho, tanta algarabía, tantos incendios, tantos piedrazos, tantos golpes... y todo para nada.  ¡ La vieja guardia es genial! Puras fintas y movimiento de caderas. Conoce de memoria la lección de Tancredi personaje del Gatopardo: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie".

Tanto es el descaro que ahora que el 38% de los electores consagró la creación de una Asamblea Constitucional paralela al Parlamento, a ningún parlamentario se le ha ocurrido renunciar. ¡Renuncian a sus deberes pero por ningún motivo a su cargo! ¡Qué se puede esperar de los ciudadanos cuando las autoridades que ellos eligieron abandonan sus funciones pero siguen en sus cargos. ¿Será porque perciben un sueldo generoso y jugosas granjerías?

Que curioso que al Tribunal Constitucional no le parezca rara la situación en la que vivirá Chile con dos sistemas encargados de hacer leyes: El Parlamento (Senado y Cámara de Diputados)y el Presidente por un lado, y la Asamblea  Constituyente por otro. Ésta última todo lo podría legislar porque nadie le ha rayado la cancha, nadie ha establecido que es propio de una Constitución y que corresponde a las leyes ordinarias. ¿Qué entenderán los chilenos con la manida frase "que las instituciones funcionen" si de nuevas leyes se trata? ¿Qué institución estará a cargo de ellas si todo lo que acuerde el actual Parlamento puede ser borrado de un plumazo por la Asamblea Constituyente? La única explicación para que funcione esta dualidad mayúscula es que Parlamento y Asamblea se deben no a los chilenos, sino a la oligarquía que nomina a los miembros de  ambas instituciones. Ambas tienen el mismo mandante.

¿Y que hay de la democracia? ¿De la soberanía popular? "Bad News". El régimen político chileno no empodera a los ciudadanos. ¡Es una oligarquía la que manda, prohíbe o permite!  ¡Qué notable! Chile tiene su propio "Deep State" al mejor estilo de los grandes países de Occidente. ¡ Chile es un país muy avanzado!

Por lo menos este cuadro surrealista deja en evidencia el verdadero cáncer de la democracia chilena: la oligarquía partidista. Si la futura Asamblea Constituyente se arranca de las garras de sus patrones conocerá a quien apuntar en las disposiciones de la futura Constitución. Un evento bien poco probable.