sábado, 17 de octubre de 2020

Plebiscito Ad Portas en Chile

A un año del "estallido de violencia" del 18 de Octubre es claro que el plebiscito del próximo 25 de Octubre es una consecuencia de la violencia. La Constitución fue el "chivo expiatorio" que encontraron las oligarquías partidistas para esconder su fracaso y su incapacidad para combatirla. Se presentó el cambio constitucional como la panacea para Chile y se vende como una solución mágica para desterrar la violencia. La ilusión constitucional quedará en éso, en ilusión, y traerá una vez que la farsa quede al descubierto, nuevas frustraciones colectivas. La violencia seguirá su propio camino, él que  conduce a la Revolución, y por mucho que el Estado quiera ignorarla tendrá tarde o temprano que hacerle frente. 


La violencia del 18 de Octubre fue de tal magnitud que el Presidente Piñera declaró: Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.  Un año ha transcurrido después de esa declaración y aún no se conoce cual fue el "enemigo poderoso, implacable" que remeció a Chile con la destrucción del Metro de Santiago. Piñera aún no ha dicho quien trajo el terror a Chile pero al menos despidió a su Ministro de Relaciones Exteriores, el mensajero que le declaró la guerra a Maduro tres días antes del "estallido de violencia". 

¿Después del estallido de violencia nueva Constitución?

El 15 de Noviembre del año pasado las fuerzas políticas tradicionales de Izquierda y Derecha con amplia mayoría en el Congreso,  acordaron convocar un plebiscito que aprobara una nueva Constitución y la conformación de una Asamblea encargada de prepararla. El terror a la violencia destructora condujo al Presidente y a los Parlamentarios a renunciar a su principal responsabilidad, la preparación de las leyes y entre ellas por supuesto, la Constitución, la principal ley de la República. Convinieron cederle sus atribuciones a una Asamblea Constituyente una vez aprobada la propuesta de una nueva Constitución, olvidando de manera  olímpica, el mandato que recibieron cuando fueron elegidos el 2017

¡Linda manera de comenzar una Constitución!

La Asamblea Constituyente se establecería sobre:

1) El perjurio masivo de parlamentarios y del Presidente.  Al asumir sus cargos ellos juraron "guardar y hacer guardar la Constitución" y  sobre esa base fueron investidos con sus cargos. Se les olvidó que los juramentos no son palabras al viento.

2) La renuncia al mandato que los parlamentarios y el Presidente recibieron al ser elegidos para preparar las leyes de la República. Esta renuncia no condujo hasta ahora a su consecuencia lógica, la renuncia del Presidente y de los parlamentarios a sus cargos. ¿Lo harán en caso que la ciudadanía apruebe la preparación de una nueva Constitución y la elección de constituyentes? Aún nada se oye de renuncias. ¿Dirá algo el Tribunal Constitucional? ¿Y la Contraloría?  

3) El TERROR que impusieron los actos de violencia del 18 de Octubre que comenzaron con la destrucción de las estaciones del Metro de Santiago. Ese terror condujo al mundo político  al acuerdo del 15 de Noviembre para llamar al próximo plebiscito. Por eso el primer párrafo del Acuerdo de Noviembre del 2019 dice que los firmantes garantizan "su compromiso con el restablecimiento de la paz y el orden público en Chile". A pesar de las cuarentenas y el toque de queda por el Covid-19, los meses siguiente mostraron que el compromiso de los firmantes no restablecieron ni la paz ni el orden público. 

Un cambio constitucional no es algo que pueda darse como  moneda de cambio a los terroristas que han traído la violencia a la vida diaria de Chile. Esa violencia se la enfrenta con los mecanismos que el Estado se ha dado para ello. Solo así se la puede desterrar de la vida diaria de los chilenos aunque ello signifique tomar un trago muy amargo, más amargo cada día que pasa sin una acción decidida de las autoridades. Es una ingenuidad creer que la violencia se termina con una nueva Constitución porque los que suscribieron el Acuerdo de Noviembre del 2019 no tienen ningún poder sobre los terroristas. Estos son una nueva fuerza que literalmente está dispuesta a incendiar la República mientras no se hagan del Poder. Actuarán no en la Asamblea Constituyente sino haciendo sentir su descontento con las normas constitucionales que no les parezcan, a través del crepitar de incendios de supermercados o de otros comercios para doblegar a los "constituyentes" y así aprobar lo que para ellos resulte adecuado.

Es claro que el eventual cambio Constitucional adolece de  vicios de nacimiento que debieran al menos darle escalofríos a los puristas de la Democracia y de la Legitimidad.

Las "Demandas Sociales"

El 25 de Octubre del 2019, una semana después del estallido de violencia, se manifestó la ciudadanía en forma masiva protestando contra situaciones que consideraba intolerables. 

¿Quienes son responsable de las situaciones que dieron origen a la gran protesta? 

1) Los Gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría que gobernaron por 25 años, ambas coaliciones de Centro Izquierda. Y los dos Gobiernos de Piñera apoyados por la Centro Derecha, que por seis años han estado en el Poder.

2) Los Parlamentarios que han constituido las mayorías parlamentarias de los últimos 30 años y que han tolerado leyes y sistemas públicos torpes y deficientes.

3) Empresarios que abusaron del público. 

4) Funcionarios públicos y entes estatales que ampararon, participaron o toleraron situaciones inconvenientes en perjuicio de los intereses del público. En muchos casos ellas reflejan que la corruptela ya no es una excepción en la administración pública. 
   
En definitiva hay muchos responsables públicos y privados de las causas por las que la ciudadanía hizo presente su profundo malestar el 25 de Octubre pasado, con la gran manifestación en Santiago de más de un millón de personas. Ésta tuvo sin embargo un sello diferente a lo que sucedió el 18 de Octubre: fue pacífica y marcó una diferencia radical con la violencia que se desató el 18 de Octubre por el "enemigo poderoso e implacable" del que habló Piñera. 

¿Cambio Constitucional?

Hay sin duda modificaciones que son necesarias a la Constitución, consecuencias del proceso acelerado de modernización que ha experimentado Chile y de las imperfecciones que ha dejado en evidencia el transcurso del tiempo. Muchas deben impulsar una reforma profunda del Estado para que este no sea el inválido que es hoy, incapaz de abordar los problemas que le plantea la Comunidad. Sin embargo las "demandas sociales"  pueden abordarse sin cambio constitucional, con una acción más oportuna, diligente y mejor del Estado, y con nuevas leyes o reformas que no requieren una nueva Constitución. 

Mucho ha cambiado la Constitución desde 1981, tanto que Ricardo Lagos en la gran Reforma Constitucional de su Gobierno el 2005, consideró que Chile ya contaba con una nueva Constitución a la cual él, eximio demócrata, podía añadir su nombre y su firma. Todos estos cambios se hicieron sin ningún trauma. ¿Por qué no puede continuar el mismo proceso?

La Previsión, la salud, la educación, los abusos empresariales y los del sector público, el transporte público y la corrupción se encuentran entre los asuntos que un cambio constitucional no contribuye en absoluto a darles una mejor solución. En cambio una mala Constitución puede afectar seriamente el bien-estar y el bien-ser de los chilenos. Cambiar una Constitución con la premura y la improvisación que lo quieren hacer los políticos de hoy arriesga al país a males que pueden comprometer  su futuro. Cambiar de Constitución no es como cambiar de camisa; se trata de un cambio profundo en el ser nacional. Algo que no puede quedar en mano de la oligarquía de la política chilena, la misma que abandonó el mandato de los electores precisamente como quien cambia de camisa. 

¿Será que la oligarquía partidista busca echarle la culpa "al empedrado" en vez de aceptar sus graves responsabilidades por descuidar  problemas que terminaron por saturar a los ciudadanos?

La nueva Constitución no estaba en las "Demandas Sociales"

En la manifestación masiva del 25 de Octubre una nueva Constitución no fue una cuita ciudadana. ¿De dónde salió entonces el acuerdo de Noviembre de consultar a los ciudadanos sobre la necesidad de una nueva Constitución? 

¿Habrán exigido los terroristas a cambio de "la paz social", terminar con la Constitución que con sucesivas modificaciones ha regido a Chile desde el retorno de la Democracia para así cambiar radicalmente el rostro del país? 

¿Habrán buscado el Congreso y el Presidente de la República ante la indignación de la ciudadanía, un chivo expiatorio para esconder sus tremendas y graves responsabilidades en el malestar de los ciudadanos? Nada mejor que culpar a la Constitución y tirarle un hueso a los ciudadanos: un "proceso constitucional nacido del pueblo", algo que es manifiestamente falso porque la gran mayoría de los constituyentes de triunfar el "Apruebo" en el plebiscito, serán nominados por la oligarquía que controla a los partidos políticos, la misma que ha sido culpable de muchos de los males que colmaron a los ciudadanos. Son los mismos partidos de los parlamentarios y del Presidente que se olvidaron de su obligación de actuar como Poder  Constituyente de Chile. A los independientes se les ha impuesto una obligación difícil de cumplir en cuanto a la cantidad de firmantes que los deben apoyar (si no prospera un cambio a la ley la obligación es imposible). Salta a la vista que a Chile lo domina una oligarquía política que hace y deshace y a la cual la ciudadanía debe someterse. 

El apuro de los legisladores

Asombra en todo este proceso la urgencia del pronunciamiento ciudadano sobre la Constitución en circunstancias que por 22 años hasta el 2019, se desterró de los programas educacionales el curso de Educación Cívica habitual en la Educación Media y que obligaba a los jóvenes a conocer con cierta profundidad la Constitución vigente. Hoy ella es el tema fundamental de Chile aunque por 22 años el Estado y los políticos estimularon la ignorancia de los ciudadanos. ¿Habrá querido la oligarquía política mantener a la nueva generación de chilenos en la ignorancia para propalar toda suerte de mitos sobre la Constitución?

¿Y el Covid-19 dónde quedó?

Es asombroso también que los sacerdotes de la Democracia y del purismo electoral hagan la vista gorda sobre las condiciones extraordinarias en que los chilenos han sido convocados. No solo ellos hacen la vista gorda: también los encargados de controlar la Pandemia que sin asco creyeron necesario el encierro por meses de los ciudadanos. Y !sorpresa! tampoco se oye la voz de la Presidente del Colegio Médico que desde que comenzó la Pandemia ha sido la voz de la ciencia médica. 

Hay ciudades aún en cuarentena con 2.400.000 personas con cuarentena total y 9.100.000 personas con cuarentena los fines de semana. La libertad de movimiento está seriamente restringida y nadie garantiza que el virus no vuelva a hacer de las suyas como está sucediendo en diversos países europeos. El país está lejos de superar el virus del Covid-19. Pero la convocatoria al plebiscito hace tabla rasa de esta realidad que mantiene en ascuas al país.

En estas condiciones, ¿dónde queda la consecuencia de la oligarquía política que rasga vestiduras ante víctimas de la acción policial y se desinteresa del riesgo a morir al que someten a millones de chileno que podrían contagiarse el día del plebiscito? La hipocrecía parece ser la tónica de los modernos oligarcas enquistados en los partidos políticos y en los cargos públicos.

Temas y quorums

Una duda trascendental. ¿Cuáles serán los temas que eventualmente cubriría una nueva Constitución? ¿Qué pasará con los temas que queden excluidos por no cumplir con  el quorum que se establezca para incluirlos en la Nueva Constitución? ¿Las normas que los afecten serían simplemente sujetos de una ley ordinaria que se apruebe por mayoría simple en el Congreso como sostienen los iluminados de la Revolución? 

Un año para una nueva Constitución

Ese es el plazo máximo según el acuerdo de los políticos. En ese período los constituyentes deben acordar no solo 120 o 150 artículos constitucionales; también las normas para el funcionamiento de la Asamblea Constituyente. Todo en medio de la nebulosa del acuerdo de los políticos como lo muestra ya la discusión pública sobre los quorums. 

La Oligarquía de los Partidos pintó el proceso constitucional de color de rosa: en un año o menos Chile resolverá de una vez por todas sus problemas. ¿Podrá "engatuzar"  a los ciudadanos "a la hora de los quiubos"? 

La discusión parlamentaria de la Reforma Previsional que lleva ya dos años, una ley compleja, sí, pero solo una ley, hace evidente que los plazos acordados para la nueva Constitución son absurdos.  

Una conclusión aparece clara: Chile abordará el eventual cambio constitucional con una ligereza que no se condice con las consecuencias que él tendría para la sociedad chilena. 

El "Rechazo" en el Plebiscito debe ser la reacción de los ciudadano frente al artilugio constitucional y al fraude de los políticos. Así las reformas constitucionales que Chile requiere  quedarán en manos de quienes la ciudadanía eligió el 2017. ¡Que hagan su pega! ¡Para eso se los eligió! Y si no les parece que renuncien y Chile pueda elegir nuevos parlamentarios y nuevo Presidente.

Anexos

domingo, 1 de diciembre de 2019





jueves, 21 de noviembre de 2019


miércoles, 20 de noviembre de 2019

Revoluciones al Por Mayor





La Maldición del Líbano

El 16 de Septiembre junto a un amigo redactamos una carta al Director del Mercurio pensando contribuir a aclarar el nudo ciego que para la gran mayoría de los chilenos es el Medio Oriente. Lamentablemente por las razones que fuere ella no fue publicada por El Mercurio.

A continuación el texto de la carta


 Señor Director:

La Maldición del Líbano


Las  dos visitas del Presidente de Francia y la del Primer Ministro de Italia para empujar cambios  políticos en el Líbano ante la caída del gobierno después de la gran explosión y de la seguidilla de incendios en el puerto de Beirut, muestra la preocupación de Occidente por la trágica suerte de ese país. Tanta preocupación no sorprende porque Hezbollah, uno de los soportes clave del recién renunciado Gobierno del Líbano y aparentemente del nuevo Gobierno, una fuerza militar más poderosa que su ejército nacional, es la "punta de lanza" del sistema militar organizado por Irán, conocido como el Eje de la Resistencia. Este incluye además a los estados de Irán y  Siria, a la fuerza militar shiita en Irak y los Houthis de Yemen; un conjunto que controla territorios con más de 120 millones de habitantes y que resisten a Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel.

Hezbollah se consagró en esta alianza militar cuando el 2006 expulsó al ejército de Israel a los pocos días que este invadiera el Sur del Líbano y, en 2011, socorrió al régimen de Bashar al Assad para enfrentar a las fuerzas rebeldes en la guerra civil en Siria, consolidando su rol clave en la implementación de la “teoría disuasiva” que impediría a Israel usar su poder nuclear en contra de alguno de los socios del Eje - en particular sobre irán -, sin sufrir un ataque de retaliación abrumador desde los emplazamientos militares de Hezbollah en el sur del Líbano. 

¿Habrá buscado la explosión del 4 de Agosto en Beirut acentuar al Líbano como un estado fallido para destruir a Hezbollah, el importante factor del equilibrio estratégico en la disputa entre USA e Israel con Irán?

Notable la eficacia de Irán que tras 35 años de apoyo a Hezbollah, ha puesto una fuerza militar poderosa en la frontera norte de Israel. Para tomar en serio las cercanas relaciones que en nuestro continente Irán ha establecido con Venezuela.