martes, 14 de agosto de 2012

Estados Bálticos: Tres (no tan) pequeños países

En veinte años más es probable que alcancen el nivel de ingreso de sus socios de la UE y parezcan una nueva Finlandia.

Lituania, Latvia (Letonia) y Estonia. Lejanos física y mentalmente de Chile, pero ya involucrados intensamente en la modernidad, como que Skype se desarrolló en Estonia.

Cadena humana antisoviética
Cada país más grande que Bélgica u Holanda, sumando los tres siete millones de habitantes. En común tienen haber formado parte del Imperio Ruso de los Zares, Lituania por cien años y Latvia y Estonia algo más de doscientos, hasta la Revolución Comunista de 1917 que fracasó en su empeño de incluirlos en la recién formada Unión Soviética. Pero en 1939 los tres Estados Bálticos debieron someterse, lo que dio origen a lo que los hermana hoy: el odio intenso al comunismo y a la URSS (lo que no hace fáciles la relaciones actuales con Rusia). A finales de los ochenta aprovecharon el reformismo de Gorbachov para recuperar su independencia, cuyo gesto más publicitado fue la cadena humana de dos millones de ciudadanos desde un extremo al otro de los tres países. Mucho dice del carácter de sus habitantes que las declaraciones de independencia se anunciaron con guarniciones del Ejército Soviético en sus territorios.

Estonia es prima hermana de Finlandia, un mundo de campesinos. Latvia cuya capital Riga, fue la tercera ciudad del Imperio Ruso Zarista, vivió vinculada a Alemania. Lituania por muchos años estuvo asociada a Polonia.

Con ingresos por habitante en PPP de US$5.000-US$6.000 a comienzos de los noventa, hoy Estonia llega a US$ 21.000, Lituania a US$19.600 y Latvia a US$16.200, cifras que ya consideran los dramáticos ajustes del 2008 gracias a los cuales estos países muestran este año las cifras más altas de crecimiento de la UE y una situación económica y financiera consolidada. En veinte años más es probable, al ritmo de progreso actual, que alcancen el nivel de ingreso de sus socios de la UE y parezcan una nueva Finlandia. Pero aún así, deberán recuperar los fuertes déficits en inversiones orientadas al bienestar de los ciudadanos por los cincuenta años de comunismo. El fantasma de la URSS penará por muchos años más a los tres Estados Bálticos.

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