viernes, 9 de septiembre de 2011

¿A quién persigue Europa en Libia?

Seis meses le tomó a Europa doblegar a Kaddafi. Teóricamente se trataba de proteger a las poblaciones civiles de la represión del gran y casi eterno jefe libio. Así por lo menos lo entendieron rusos, chinos, alemanes, hindúes y brasileños, que se abstuvieron en el Consejo de Seguridad de la ONU cuando se votó la resolución que permitió la acción de la OTAN. 

Francia e Inglaterra hicieron de cabeza en esta generosa iniciativa (al fin y al cabo la historia muestra que les gustan las aventuras imperiales) e incluyeron, entre otros, a compañeros remotos (pilotos daneses, aviones suecos). Fue una guerra a la distancia y desde la seguridad de la alta tecnología bélica. La sangre de los civiles inocentes corrió lejos de los pilotos y aviones encargados de los bombardeos. Será así difícil para los tribunales de La Haya interesados en los genocidios, identificar a los culpables de los “errores occidentales”.
Quién sabe cuántas víctimas ellos ocasionaron en este misterioso conflicto que explota después de 40 años de tolerancia, amistad y negocios entre Kaddafi y Europa.

¿Podemos creer que el objetivo real tras la acción de la OTAN era la protección de los civiles libios o incluso el fin de Kaddafi? Difícil creer tanta bonhomía. Europa suele ser prosaica, preocupada de su bienestar material y poco interesada en el prójimo. ¿No nos habrán dado para nuestro consumo una “rueda de carreta”? Un famoso economista norteamericano que creó los Reaganomics (Paul Craig Roberts), escribió en el mes de abril que el objetivo real de la acción de la OTAN eran los intereses chinos en África, que no eran del gusto de una Europa que no acepta extraños en su vecindario. No es raro entonces que al iniciarse las acciones bélicas 30 mil chinos abandonaran Libia, y que a China el conflicto le significara una pérdida de US$20.000 millones. No es una cifra que destruya o afecte gravemente a este país, pero podría ser una dosis adecuada de veneno para el tamaño del gigante, suficiente para hacerlo consciente del costo de inmiscuirse donde no le corresponde. De paso, y de acuerdo a una vieja teoría, la guerra podría haber movido algo a las economías desfallecientes de Europa. 

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