La burocracia del Departamento de Estado de los Estados Unidos debe haber celebrado: Después de "invertir" US$ 5000 mil millones para "promover la democracia" en Ucrania, el 21 de Febrero recién pasado un misterioso Golpe de Estado depuso al Presidente Yanukovich. Sucedió AL DÍA SIGUIENTE que este acordara con la Oposición a su gobierno una solución a la crisis de Ucrania, con Francia, Alemania, Polonia y Rusia como "amigables componedores" y testigos. Así en un momento crítico de su existencia parecía que la vida política de Ucrania retornaría a un cauce relativamente normal y civilizado. Pero US$ 5000 millones son mucho dinero para un país empantanado desde su independencia hace ya veinte y dos años. Horadan muchas lealtades y juramentos además de alimentar a improvisados líderes para que se arroguen una representación que nadie les ha conferido. Y así fue como veinticuatro horas más tarde del acuerdo político, Estados Unidos gracias al Golpe de Estado, pudo cobrar el dividendo de su cuantiosa inversión en Ucrania.
Estados Unidos se hizo cargo de la dirección de los asuntos de Ucrania. Por eso han hecho acto de presencia en Kiev los "pesos pesados": el Vice Presidente Biden y el director de la CIA. Los europeos, vergüenza para ellos, debieron hacerse a un lado. Aceptaron sin chistar el "Fuck You" de Victoria Nuland, Encargada del Departamento de Estado para los Asuntos Europeos.
Dos problemas surgieron inmediatamente. El primero: Estados Unidos recibió un moribundo al que había que tratar inmediatamente al costo de miles de millones de dólares (Treinta mil millones para comenzar a hablar), lo que parece se ha resuelto por ahora gracias al FMI, un comodín para los EEUU en estas circunstancias, que girará trece mil millones de dólares . El segundo: Rusia no aceptó al nuevo tutor, los Estados Unidos, de quien debe defenderse a toda hora y del que espera lo peor. No habían transcurrido veinticuatro horas del Golpe cuando los "líderes" del nuevo gobierno de Ucrania ya amenazaban a las minorías rusas (al menos ocho millones de habitantes) y anunciaban que Ucrania entraría a la OTAN, cuya sola mención pone a los rusos en pié de guerra: sienten que ella quiere cercarlos con países que cultivan el odio a Rusia y con misiles occidentales que pueden destruir los misiles rusos y hacer que la "mutua destrucción asegurada" que ha mantenido al mundo en calma ya por muchos años después de la Segunda Guerra, pierda toda su eficacia. .
En Estados Unidos la política suele ser frívola y alejada de la vida normal y diaria de sus habitante. Eso permite hablar de LA GUERRA sin medir las consecuencias, libremente. Claro, es un país que no la ha sufrido en carne propia, en su propio territorio, desde hace ya ciento cincuenta años. En Rusia en cambio, que la sufrió en forma catastrófica en varias oportunidades en el Siglo Veinte, ella está grabada a fuego en las mentes de los rusos. Si aparece en el horizonte, ellos en forma instantánea se ponen serios y esperan lo peor. Por eso la llegada de los Estados Unidos como nuevo padrino de Ucrania puso inmediatamente a los rusos y a su Gobierno en pié de guerra. La potencia que hostiga sin cesar a Rusia en el siglo veintiuno se acercaba peligrosamente a la yugular rusa. El afán de los Estados Unidos ha sido quitarle a Rusia los restos de poderío que aún posee -armas atómicas, recursos energéticos, industria de armas- y el ánimo independiente y soberano que no la hace doblegarse ante los Estados Unidos quien siente debe ser el Gran y Único Hacedor del planeta. La reacción rusa fue inmediata y en términos militares: Ocupación de Crimea, movilización de sus Fuerzas Armadas, un ejército potente en la frontera de Ucrania, y el desarrollo de una guerrilla política al interior de Ucrania.
En Occidente que se solaza en los mitos, se ha hecho circular profusamente la imagen de una Rusia Imperial llena de apetitos encabezada por el Zar Vladimir, un peligro para la paz mundial, el gato que hoy juega con el ratón ucraniano y mañana se apodera de Polonia, los Estados Bálticos y amenaza a Alemania y a los gozosos países del sur europeo. Es el mito preferido de los fabricantes de imágenes en el aparato comunicacional de Occidente. El desconocimiento y la lejanía de Rusia hace que la gran mayoría se trague tanta estupidez. ¿Sabrá ella que a Rusia la última Guerra Mundial le significó veinte y seis millones de muertos? Con un mínimo de sentido común, ¿Se puede creer que en Rusia puede quedar algún gusto por la guerra? ¿No tienen los rusos derecho a sufrir y sacar las consecuencias? Pero los occidentales que tiritan de terror con el nombre de Rusia, que la han mantenido aislada (no dejan que los rusos visiten Occidente libremente), que se comen toda la basura que fabrican los especialistas en guerras psicológicas (ya han escrito una biblioteca completa sobre como demonizar a los rusos), creen que ella está poblada por seres de otros planetas que no actúan como seres humano, y que anteponen el poder y el afán de gloria al sufrimiento humano.
Y lo peor es que los que inventan los cuentos rusos son los primeros en creerlos, o así por lo menos lo demuestran. El triunvirato Obama, Kerry, Biden, la vieja camada senatorial norteamericana, proclama a todos los vientos que Putin es un desalmado, ambicioso, maliciosamente astuto, lleno de todas las crueldades imaginables, imperialista a ultranza, un peligro para la humanidad. El triunvirato haría bien en ver la viga en el ojo propio, que por ellos y sus antecesores en este siglo claman las miles de víctimas inocentes en Libia, Irak, Siria, Afganistán. Últimamente las de Odessa, las treinta y nueve víctimas que protestaban contra el gobierno norteamericano de Kiev y que fueron quemadas vivas en el Edificio de los Sindicatos. ¿Y las víctimas de la plaza Maidan? Los setenta asesinados a sangre fría por francotiradores desconocidos el día anterior a la llegada en febrero de los ministros europeos, y cuya autoría el actual gobierno pro norteamericano de Kiev aún no aclara.
¿Habrá previsto el Departamento de Estado las consecuencias de su intervención en Ucrania? ¿Habrá considerado que ella podía significar la movilización militar de Rusia y la posibilidad ya casi cierta de un conflicto bélico? ¿Podría haber sido la acción de una burocracia ambiciosa que no tiene empacho en hacer carrera a costa de la seguridad del mundo y de la muerte de muchos inocentes? Las amenazas occidentales de sanciones a Rusia que podrían aislarla por muchos años de Occidente, hacen pensar sin embargo, que la "camada senatorial" no solo posa para las fotos sino que está activamente involucrada en enredar a Rusia en un conflicto regional con los ucranianos, sus hermanos por cientos de años.
El afán occidental de excomulgar a Rusia revive la ceguera francesa de la Primera Guerra Mundial llena de odio hacia Alemania y Austria, que puso las bases de la Segunda Guerra. ¡Qué lejos de la actitud occidental con Alemania después de ésta, en la que había perdón y generosidad!
La "camada senatorial" parece querer el mundo solo para los "excepcionales" habitantes de los Estados Unidos. Llegó la hora que la opinión publica norteamericana sancione a los responsables de tanta insensatez.
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